Jung y la dupla ánimus-ánima


El animus y el ánima como arquetipos internos o representaciones inconscientes son conceptos que fueron desarrollados por Carl Gustav Jung, psiquiatra visionario cuya obra mantiene hoy una extraordinaria vigencia. Este autor denominó animus a la parte masculina de la psique de la mujer, y ánima a las cualidades femeninas de la psique del hombre. La polaridad masculina implica movimiento, es la acción de engendrar, de penetrar, la capacidad de explorar el mundo y de ir en busca de lo que se quiere. Es la iniciativa, la lógica, la mente. La polaridad femenina es la capacidad de entrega y de receptividad, la ternura, fecundidad, contemplación e intuición. El cuerpo frente al espíritu.

El trabajo de integración de ambas polaridades se denomina «matrimonio interior» o «boda alquímica», consiste en aunar y equilibrar ambos principios complementarios dentro de uno mismo para completarse. Gráficamente estaría representado por el símbolo oriental del equilibrio dinámico entre el Yin y el Yang que todos conocemos. La energía masculina y la femenina se relacionan con el dios Shiva (conciencia) y la diosa Shakti (energía) los amantes universales de cuyo amoroso abrazo nace todo. Es la integración de las polaridades: Sol /Luna, Cielo/ Tierra, Penetrabilidad/Receptividad, Mente/Cuerpo, Razón/ Intuición, Fuerza/Vulnerabilidad, Tenacidad/Flexibilidad, Separación/ Unión, Espíritu/Naturaleza.

Este principio de integración de opuestos es de primordial importancia en la psicología jungiana: la resolución que por medio de la integración acaba con el conflicto. Jung denominó «obra de principiante» a la integración de la sombra, y «obra maestra» a la integración del masculino y el femenino. Es la Via Regia o puente hacia el Sí mismo, la vía por excelencia para establecer la conexión con las profundidades de nuestro Ser.

El alma del hombre es de naturaleza femenina, y la de la mujer masculina. Jung dice que los hombres son masculinos por fuera y femeninos en su interior, mientras que las mujeres son femeninas exteriormente y masculinas por dentro. Las mujeres son receptivas por fuera pero penetrantes y duras en su interior, y los hombres son agresivos y fuertes por fuera pero blandos y protectores por dentro. Cuando las mujeres conectan con su interior encuentran lógica, competitividad, firmeza, poder personal y reflexión. Cuando los hombres vislumbran su interior muestran vulnerabilidad, compasión, sabiduría, deseo de unidad y tolerancia.

El ánimus es un arquetipo inconsciente que se revela como la imagen interna que tiene la mujer del hombre, lo masculino interno de la mujer. Por su parte, el ánima es la imagen inconsciente de la mujer en el hombre, lo femenino interno del hombre. Ambos arquetipos generan atracción a través de la proyección de esa imagen interna en el exterior. Jung dice que en los amores a primera vista uno es “tomado” por la fuerza interna del arquetipo, es decir que aquello que nos atrae de un hombre o una mujer es el propio animus o ánima.  Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, y para mí el principal heredero de Jung, manifiesta en su libro Felicidad Dual que para que una relación sea duradera hay que crear una imagen interna que corresponda a la propia dignidad, fuerza y vocación, entonces llegará alguien que reúna estos aspectos.

Ahora bien, Jung investigó estos arquetipos en la primera mitad del siglo XX, entre los años veinte y treinta, y desde entonces el ser humano y las relaciones de pareja han evolucionado muchísimo. Las mujeres llevamos décadas integrando la polaridad masculina, y los hombres están haciendo lo propio con su polaridad femenina, aunque todavía en menor medida. Si su innovadora visión de integrar la otra polaridad fue en ese momento una fascinante teoría, hoy conocemos su verdadera trascendencia al experimentar cómo el destino personal deviene de la integración del animus y el ánima. Hombres y mujeres nos hemos transformado de una manera asombrosa a través de esta integración. Estos procesos, sin embargo, están generando nuevos desafíos, enigmas e incógnitas que Jung seguramente no llegó vislumbrar.

(Fragmento del artículo publicado en el blog de A. Belart, y que puede leerse completo en este enlace).

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