En la mitad del siglo XX, se llegó a un consenso entre los estudiosos que la historicidad de la persona conocida como Lao-Tse es dudosa y que el Tao Te King fue "una recopilación de refranes taoístas hecho por muchas manos". Sea como fuere, su figura mítitca se convirtió en un importante héroe cultural para generaciones del pueblo chino, y su obra en una referencia universal por la hondura de sus propuestas. La presente traducción se ha obtenido de la red de redes y no aspira a agotar la curiosidad acerca de su contenido, sino a estimular el profundizar en él mediante la comparación de las distintas versiones existentes, detectando aquellos puntos comunes para superar una interpretación restrictiva que amenace el carácter inagotable de la obra.
I. El principio.
El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno. El nombre que puede nombrarse no es el nombre inmutable.
La no existencia es el principio del cielo y de la tierra. La existencia es la madre de todo lo que hay.
Desde la eterna no existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo. Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.
No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se manifiestan. Esta unidad se denomina profundidad. La infinita profundidad es la fuente de donde se origina todo lo que hay en el Universo.
II. Asimilación.
Cuando conocemos que lo bello es bello, también conocemos la fealdad que existe en el mundo.
Cuando conocemos que el bien es el bien, entonces conocemos el mal que existe en el mundo.
De este modo, la existencia sugiere la no existencia.
Lo fácil promueve lo difícil.
Lo más corto surge de lo largo por simple comparación.
Lo alto y lo bajo se diferencian por el lugar que ocupan.
La voz y el tono se armonizan uno a otro.
"Después" sigue el recorrido de "antes".
Por ésto el hombre sabio actúa sin acción y enseña callando. No se queda en la obra cumplida.
III. Apaciguar al pueblo.
No alabes al sabio, verás que el vulgo no rivalizará con él.
No valores las cosas difíciles de obtener, verás que nadie se entregará a la codicia.
No mires lo que provoca tu deseo, verás que tu mente no padecerá confusión.
Por eso, cuando el sabio gobierna, vacía la mente de los hombres y llena sus vientres. Debilita su ambición y fortalece sus huesos.
El pueblo queda limpio: no conoce lo que es malo ni desea lo que es bueno.
Así se impide el triunfo del astuto.
El sabio gobierna sin acción; luego, nada queda sin gobierno.
IV. El vacío de origen.
El Tao es un recipiente hueco, difícil de colmar.
Lo usas y nunca se llena.
Tan profundo e insondable es que parece anterior a todas las cosas.
Redondea los ángulos, desenreda las marañas, suaviza el resplandor, se adapta al polvo. Tan hondo parece, y sin embargo siempre está presente.
No se sabe de quién es hijo. Parece anterior a los dioses.
V. Realizar el vacío.
Ni el cielo ni a tierra muestran benevolencia; tratan a las cosas del mundo como si fueran perros de paja.
Tampoco el sabio es benevolente; trata a las personas como si fueran perros de paja.
El espacio entre cielo y tierra es como un fuelle: exhala vacío sin cesar.
Cuanto más se lo mueva, tanto más exhalará.
Cuanto más se habla de él, menos se lo alcanza.
Es mejor mantenerse en el centro.
VI. Realizar la imagen.
El valle y el espíritu del valle nunca mueren. [Valle espíritu del valle = yin yang]
Ambos forman la madre secreta.
La puerta de la madre secreta es la raíz del cielo y de la tierra.
Sutil, ininterrumpidamente, permanece, perdura.
Se usa pero nunca se consume.
VII. Ocultar el resplandor.
El cielo dura eternamente, la tierra permanece.
Eternos y permanentes porque no buscan en sí mismos la razón de su existencia. Por eso perduran.
Es así como el hombre sabio se coloca en el último lugar y, sin embargo, es el primero. Porque no piensa en sí mismo, por eso sobrevive.
Es a causa de su desinterés que su propio interés se realiza.
VIII. La Naturaleza espontánea.
Ls suprema bondad procede como el agua. El agua llega a todas las cosas y las favorece, porque no busca el poder.
El agua permanece en los lugares que otros desdeñan. Esto hace que se parezca al Tao.
Viviendo, halla la alegría de vivir.
Sintiendo, encuentra el sentimiento.
Siendo amigo de todos, encuentra la armonía.
Ama la veracidad en sus palabras.
Ama el orden y la justicia en el gobierno.
Actúa con justa medida y es oportuno en la acción.
Así, al no haber lucha, no se impone, no existe el daño.
IX. El uso de la nada.
Abandonemos las cosas a sí mismas, no las llevemos hasta su último extremo.
Una hoja permanentemente afilada pierde su filo.
¿Quién puede vigilar una habitación llena de oro y piedras preciosas? Riquezas, honores y orgullo conducen a la destrucción cuando el poderoso se vuelve altanero.
Acabada la obra y enaltecido el nombre, es bueno retirarse.
Ese es el Tao del cielo.
X. Lo que es posible hacer.
Que tu cuerpo y tu alma vital estén unidos en un abrazo sin separación.
Que el aliento vital te vuelva tierno y fresco como tierno y fresco es un niño recién nacido.
Purifícate alejando de tí las visiones demasiado profundas, para no gastarte inútilmente.
Amando a los demás, gobernando a tu pueblo, aprende la sabiduría de la no acción.
¿Puedes abrir y cerrar las puertas del cielo como una mujer?
Producir y cultivar, producir y no poseer, producir y no almacenar, aumentar y no dominar.
Esta es la verdad secreta.
Conociéndolo todo, procede como si nada supieras.
XI. La utilidad de la nada.
Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que hace útil a la rueda.
Con arcilla se moldea un recipiente, pero es precisamente el espacio que no contiene arcilla el que utilizamos como recipiente.
Abrimos puertas y ventanas en una casa, pero es por sus espacios vacíos que podemos utilizarla
Así, de la existencia provienen las cosas, y de la no existencia su utilidad.
XII. Represión del deseo.
Los cinco colores ciegan la vista del hombre.
Los cinco sonidos ensordecen el oído del hombre.
Los cinco sabores dañan el paladar del hombre.
La caza vuelve feroz la mente del hombre.
Las cosas difíciles de obtener lo vuelven cruel.
Es por eso que el sabio alimenta su vida interior y no sus sentidos.
Excluye lo accidental y persiste en lo esencial.
XIII. Evitar la vergüenza.
La honra y la deshonra son concepto que nos suscitan miedo.
La gloria y la desgracia son como nuestro cuerpo. ¿Qué significa ésto?
La honra es un privilegio, la deshonra un mal.
Si se los alcanza hay que tener temor, si se los pierde hay que tener temor.
De un modo u otro, permanecemos en el temor.
Luego, la honra y la deshonra son cosas que nos suscitan miedo.
Además, al cuerpo debemos nuestra gloria y nuestra desgracia.
Si no lo tuviéramos, ¿cómo nos podrían sobrevenir?
Luego, aquel que considera las cosas del mundo como considera la gloria de su propio cuerpo, puede gobernarlas.
Y sólo a quien ama el mundo como a su propio cuerpo se le puede confiar el mundo.
XIV. Alabanza del misterio.
Aquello que miramos y no podemos ver es lo simple.
Lo que escuchamos sin poder oír, lo tenue.
Lo que tocamos sin asir, lo mínimo.
Lo simple, lo tenue y lo mínimo no pueden indagarse.
Juntos se conjugan en lo uno.
Revelado, no deslumbra.
Oculto, no pierde su luz.
Infinito, no puede ser definido.
Se esfuma en la no existencia.
Es la forma de lo que no tiene forma, es la imagen de la no existencia.
Es lo esquivo y misterioso.
Lo puedes mirar de frente, pero no verás su rostro.
Lo puedes seguir, pero no lograrás ver su espalda.
Quien se ajusta con lealtad al Tao primordial, gobierna la existencia de cada día y puede adquirir la sabiduría primordial. Esta es la iniciación al Tao.
XV. Manifestación de la virtud.
Antiguamente, el perfecto hombre del Tao era sutil, penetrante y tan profundo, que difícilmente podía ser comprendido. Por eso trataré de describirlo:
Era prudente, como quien cruza un río en invierno.
Cauto, como quien se sabe rodeado de peligros.
Reservado, como quien se siente huésped.
Desprendido, como el hielo mientras se derrite.
Auténtico, como un trozo de madera no trabajado.
Amplio como un valle.
Oscuro como el agua turbia.
¿Quién es capaz de aclarar lo oscuro, cuando ello deviene lentamente luz?
¿Quién es capaz de aquietar lo turbio, cuando ello se aclara con lentitud?
¿Quién es capaz de impulsar lo estancado, cuando ello progresa pausadamente?
Quien abraza el Tao, no desea la plenitud.
Precisamente porque no ha alcanzado la plenitud, al declinar se renueva.
XVI. Volver a la raíz.
Sea tu meta el máximo de vacío.
Conserva la firmeza de la paz.
Nacen las cosas y entran en la existencia, pero desde allí la vemos regresar a su reposo.
Mira todas las flores que florecen: cada una vuelve a su raíz.
Volver a la raíz es encontrar el descanso.
Este descanso significa regresión al destino.
Regresar al destino significa durar constantemente.
Conocer lo constante es estar iluminado.
Pero no conocer lo constante es caer en la ceguera y el desastre.
Quien conoce lo constante, lo abarca todo.
El que todo lo abarca es justo con todos.
Lo universal es el ritmo del cielo.
Y lo que está en ritmo con el cielo, lo está con el Tao.
Y lo que está en ritmo con el Tao perdura eternamente.
Aunque su cuerpo muera, nunca perecerá.
XVII. Costumbres puras.
Acerca de los antiguos, todo lo que se sabe es que existían.
Sus sucesores fueron amados y alabados, y los siguientes fueron temidos.
Los que vinieron después, aborrecidos.
Si no te tienes plena confianza, otros te serán infieles.
Entonces las palabras rituales estaban medidas.
El mérito de las obras tenía plenitud.
Todo el mundo decía: "Estamos en armonía con nosotros mismos".
XVIII. Decadencia de las costumbres.
Al declinar el gran Tao, surgen la rectitud y la bondad.
Cuando nacen el conocimiento y la astucia, aparecen los grandes hipócritas.
Cuando las relaciones familiares no son armoniosas, aparecen la "piedad filial" y el "amor".
Cuando la confusión y el desorden reinan en los pueblos, se habla de patriotismo.
Sólo donde está el Tao reina el equilibrio.
Cuando el Tao se pierde, todo se vuelve falso.
XIX. Retorno a la espontaneidad.
Renuncia al conocimiento y no sufrirás.
Renuncia a la sabiduría y deja de lado la erudición, y el pueblo será largamente beneficiado.
Renuncia a la benevolencia y rechaza la rectitud, y los hombres retornarán al deber filial y al amor paterno.
Renuncia al engaño y arroja la ganancia, y no habrá más bandidos ni ladrones.
Sin embargo, estas normas son externas e insuficientes.
Mejor es que el hombre actúe libremente.
Muéstrate sencillo y guarda tu naturaleza primordial.
Haz que tu "yo" sea más pequeño y limita tus deseos.
XX. Diferente de los demás.
Entre el sí y el no, ¿qué diferencia existe?
Entre el bien y el mal, ¿qué diferencia existe?
¿Es verdaderamente temible eso que los hombres tanto temen ?
Todo lo que puede verse es como un desierto sin límites.
Los hombres están de fiesta como en los días de los grandes sacrificios.
O cuando en primavera se asoman a las terrazas.
Sólo yo permanezco tranquilo, sin tareas que cumplir, como un niño que todavía es incapaz de sonreir, siempre desamparado, como si no tuviese hogar. Los demás viven en la abundancia, sólo yo parezco pobre.
Es posible que mi mente sea la de un loco, tan oscurecido y confuso me siento.
La gente vulgar da la impresión de ser clara y brillante, sólo yo me muevo como una sombra.
Ellos son agudos, seguros de sí mismos.
Yo estoy decaído y me muevo como se mueve el océano.
Voy a la deriva, sin asidero alguno.
Todo el mundo parece tener algo que cumplir.
Sólo yo soy torpe y estoy fuera de lugar.
Soy diferente, yo encuentro paz y soporte en la madre que me nutre.
XXI. La mente vacía.
La gran fuerza activa se manifiesta, pero sólo siguiendo al Tao.
La naturaleza del Tao es a la vez invisible e intangible.
Invisible e intangible, pero tiene formas en su seno.
Invisible e intangible, pero no carente de sustancia.
Y aunque la naturaleza del Tao es oscura y sutil, no carece de esencia.
Esta esencia, siendo invariablemente veraz, es fiel a sí misma.
A través de los tiempos ha mantenido su pureza y ha sido el origen de todo lo que existe.
¿Cómo puedo saber que así fue lo primordial ? Por el Tao.
XXII. Fomentar la humildad.
Si te doblas, te conservarás entero.
Si eres flexible, te mantendrás recto.
Si estás vacío, permanecerás lleno.
Consúmete, y serás renovado.
Al que menos tenga, más se le dará.
Al que más tenga, más le será quitado.
Por eso el sabio está consigo mismo y se vuelve arquetipo del mundo.
No se exhibe, luego resplandece.
No se celebra, luego es advertido.
No se alaba, luego es alabado.
No se vanagloria, luego es insigne.
Y porque no lucha, nadie en el mundo puede luchar contra él.
"Si eres humilde, te conservarás entero", dice un antiguo proverbio. ¿Quién es capaz de considerar vanas estas palabras?
En verdad, el humilde conserva su entereza.
XXIII. Identificación con el Tao.
Ser parco de palabras es lo natural.
Una tormenta no dura toda una mañana.
Una lluvia torrencial no dura un día entero.
¿De dónde provienen estas cosas? Del cielo y de la tierra.
Si el cielo y la tierra no pueden hacer que estos cambios duren eternamente, ¡mucho menos el hombre!
Quien sigue el camino del Tao, se identifica con el Tao.
Quien tiene la virtud, se identifica con la virtud.
Quien se abandona, se identifica con el abandono.
Por eso, quien se identifica con el Tao, recibe la bienvenida del Tao.
Y quien se identifica con la virtud, recibe la bienvenida de la virtud.
Y quien se identifica con el abandono, recibe la bienvenida del abandono.
Que no pida fe a los demás quien no tiene fe en nada.
XXIV. La complacencia nociva.
El que está de puntillas, no pisa firme.
El que camina a grandes zancadas, no irá muy lejos.
El que se exhibe no es luminoso.
El que se celebra pasará inadvertido.
El que se exalta a sí mismo no es excelso.
Estos, comparados con el Tao, son como el exceso de alimento y el desenfreno en la acción, hechos que repugnan a todos.
Por lo tanto, quién posee el Tao los ignora.
XXV. Representaciones del misterio.
Hay un ser nebuloso nacido antes que el cielo y la tierra.
Inmóvil, insondable, permanece solo y jamás se modifica.
Lo llena todo y jamás se extingue, girando perpetuamente, sin peligro, madre de todas las cosas.
Desconozco su nombre, pero obligado a llamarlo de alguna manera, lo llamo el Tao, lo trascendente.
Que trasciende significa que avanza; avanzar es llegar lejos, y el que llega lejos, vuelve al lugar de origen.
Luego el Tao es supremo, el cielo es supremo, la tierra es suprema y el rey es supremo.
Hay cuatro cosas supremas en el Universo, y el hombre es una de ellas.
El hombre acata las leyes de la tierra.
La tierra acata las leyes del cielo.
El cielo acata las leyes del Tao.
Y Tao, las de su propia naturaleza.
XXVI. La virtud de la gravedad.
Lo de más peso es soporte de lo de menos peso.
Lo inmóvil es el poder que domina el movimiento.
Por eso el sabio, aunque viaje todo el día, nunca se aleja de su punto de partida.
Y aunque viva rodeado de homenajes, nunca pierde su apacible gravedad.
¿Cómo puede entonces un señor dueño de diez mil carros de guerra comportarse con tanta ligereza ?
Ser ligero es perder la base. Si se agita, perderá el trono.
XXVII. El empleo de la habilidad.
Un buen caminante no deja huellas.
Un buen orador nunca duda ni se equivoca.
Un buen calculador no necesita instrumentos de cálculo.
Un buen guardián no necesita rejas ni cerrojos, y, sin embargo, es imposible abrir lo que él cerró.
El que sabe atar no usa cuerdas ni nudos, y, sin embargo, nadie puede desatar lo que él ha unido.
Aunque el hombre obrase mal, ¿por qué rechazarlo?
Por eso el sabio elige ayudar a los hombres y no rechaza a ninguno.
Prefiere salvar las cosas, no rechazar ninguna.
A esto lo llamamos el doble entendimiento.
Así el hombre bueno es maestro del hombre no bueno, y el hombre no bueno es su buen material.
Dado que el buen maestro no tiene interés, y no tiene apego a su material, permanece oscuro a pesar de ser resplandeciente.
Este es el secreto esencial del Tao.
XXVIII. Retorno a lo primordial.
El que conoce el principio masculino, pero se atiene al principio femenino, es como un profundo cauce del mundo donde confluye todo bajo el cielo.
Siendo el cauce del mundo, no deja la virtud constante, y regresa a lo primordial.
Quien conoce lo luminoso, pero elige lo oscuro, se convierte en el eje del mundo.
Siendo el eje del mundo, su poder es estable y no vacila.
Y, sin moverse, vuelve al estado primordial.
El que conoce su gloria y sigue siendo humilde, será el valle donde se erigirá el Universo.
Siendo el valle donde se erige el Universo, posee la eterna virtud y regresa nuevamente a lo informal.
Lo informal, al diseminarse, produce todas las formas.
Es por eso que el sabio, siendo señor de los vasallos, preside el imperio en su conjunto y no se ocupa de minucias.
XXIX. El no hacer.
Si un hombre quiere darle forma al mundo, modelarlo a su capricho, difícilmente lo conseguirá.
El mundo es un jarro sagrado que no se puede manipular ni retocar.
Quien trata de hacerlo, lo deforma.
Quien lo aferra, lo pierde.
Por eso el sabio no intenta modelarlo, luego no lo deforma.
No lo aferra, luego no lo pierde.
Hay quienes marchan adelante, hay quienes marchan atrás.
Hay quienes permanecen callados, hay quienes hablan.
Algunos son fuertes, otros débiles.
Algunos medran, otros perecen.
Sin embargo, el sabio rechaza el exceso, la extravagancia y la propia complacencia.
XXX. Contra la guerra.
El que está en el camino del Tao, no refuerza el imperio de las armas.
Toda acción provoca reacciones.
Sólo zarpas y espinos nacen en el lugar donde acampan los ejércitos.
Después de la guerra, siguen años de hambre.
El buen general vence, y allí se queda.
No abusa de su poder, no se sobreestima.
Vence y no se jacta. Se impone porque es su deber.
Cuando las cosas alcanzan su extremo, comienzan a declinar.
Eso es oponerse al Tao.
Y lo que se opone al Tao camina rápidamente a su fin.
XXXI. Guardar las armas.
Las armas más valiosas son objetos nefastos. No son instrumentos para el hombre de Tao.
Las armas son instrumentos de desgracia. No son instrumentos para el rey.
El hombre de Tao utiliza como sitio de honor, en su hogar, la izquierda, y para las armas, la derecha.
Sólo en los casos inevitables hace uso de las armas.
Luego, si vence, no celebra la victoria, ni halla placer en ella.
Si hallase placer en ella significaría que se complace en la matanza de los seres humanos.
Pero el que se complace en la matanza de los seres humanos no verá cumplida su voluntad.
XXXII. La sabia virtud.
El Tao es eterno, es una noción sin nombre.
Sólo cuando hubo necesidad de mencionarlo se le dio un nombre.
El que sabe dar nombres, debería saber que existe lo que no puede ser nombrado.
Si conoce esto, conoce lo que nunca muere.
XXXIII. Discriminación.
Quien conoce los hombres es hábil.
Quien se conoce a sí mismo es sabio.
Quien vence a los otros, es fuerte.
Quien se vence a sí mismo, es poderoso.
Quien se conforma con lo que tiene, es rico.
Quien mantiene su propósito, es firme.
Quien permanece donde encontró su hogar, perdura largamente.
Quien muere mas no perece, gozará de longevidad.
XXXIV Confianza en la perfección.
El gran Tao fluye por todas partes, hacia la izquierda y hacia la derecha.
Todas las cosas existen por su mediación, y él no las rechaza.
Al darse es generoso, y no exige ser retribuído.
Ama y nutre todas las cosas, pero no se apropia de ellas.
Como es siempre no existente, puede ser llamado pequeño.
Todas las cosas regresan a él, per no las reclama como su dueño: por eso es grande.
Porque no se considera grande, la grandeza está con él.
XXXV. La virtud benevolente.
El que lleva en sí la Gran Forma, hallará la plenitud.
Y vivirá en paz, sin sufrir daño, en armonía.
El huésped de paso se detiene cuando alguien le ofrece música y manjares, pero el Tao es tan puro que parece insípido por su falta de sabor.
Si se lo contempla, no se lo ve.
Si se lo escucha, no se lo oye.
Pero nunca se agota si bebemos de él.
XXXVI. La sabiduría sutil.
Si quieres que algo se contraiga, antes debes permitir que se expanda.
Si quieres que algo se debilite, antes debes hacerlo fuerte.
Si quieres demoler un edificio, antes debes construirlo.
Para recibir, hay que dar primero.
A esto llamamos sabiduría sutil.
Lo débil y lo tierno vencen a lo duro y lo fuerte.
Que nunca salga el pez de la profundidad del agua.
Las armas del reino no se muestran al extranjero.
XXXVII. El ejercicio del gobierno.
El Tao nunca actúa, pero todo lo hace.
Si príncipes y reyes pudieran retenerlo, todo se transformaría por sí mismo.
Si surgen deseos, consérvalos bien adentro, en aquella simplicidad imposible de definir.
Así, las cosas, liberadas de su deseo de actuar, hallarán la paz.
Si no hay deseos, todo fluye en paz.
Y el mundo se enmienda por sí mismo.
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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.
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