Boehme: del mundo interior


Jakob Böhme (1575-1624) fue un místico luterano alemán que sirvió como eslabón de enganche entre el maestro Eckhart y Nicolás de Cusa, por un lado, y Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich Schelling, por otro. Su extensa obra, nacida de la intuición intelectual, ha influido durante siglos, sobre todo en filósofos y teólogos. Su motivación fueron las cuestiones acerca del origen del bien y del mal. Escribió obras como Árbol matutino naciente o Sobre los tres principios de la esencia divina.  En sus Confesiones, de las cuales extraemos un capítulo a modo de invitación a su lectura, muestra un itinerario muy adecuado para adentrarse en su singular perspectiva mística, la cual habría de encontrar numerosos herederos en las épocas que le sucedieron. Se puede leer el libro completo en este enlace.


No podemos decir que el mundo exterior sea Dios, o el Verbo expresado; o que el hombre exterior sea Dios. Eso es solo el Verbo expresado, que se ha condensado en unión con los elementos. Digo, que el mundo interior es el cielo donde reside Dios, y que el mundo exterior emerge del interior a través del eterno Verbo animado y encerrado en el tiempo, entre un principio y un fin.

El mundo interior mora en el eterno Verbo animado. el Verbo eterno hablándole le comunica al Ser a través de la Sabiduría, procedente de sus propios poderes, colores y virtud, como un gran misterio de la eternidad. Este Ser es un aliento del Verbo en la Sabiduría: tiene el poder de generar en sí mismo, y se introduce en formas generándose a la manera del Verbo eterno, o como podría decirse, emergiendo de la Sabiduría en la Palabra o el Verbo. Por consiguiente no hay nada inmediato ni apartado de Dios: un mundo contiene al otro y todos son en todos como el alma y el cuerpo, y el tiempo y la eternidad. El eterno Verbo animado reina a través de todos y sobre todo; trabaja de una eternidad a otra; y aunque no puede ser aprehendido ni concebido, su trabajo sí puede ser
concebido, porque éste es el Verbo formado, del cual el Verbo activo es la vida.

El eterno Verbo animado es la divina comprensión o sonido. Aquello que es dado a luz del deseo-amor y traído hacia una forma, eso, repito, es la comprensión y sonido natural y creador que estaban en el Verbo, como fue dicho “en él estaba la vida y esa vida era la luz de los hombres”.

La armonía de ver, oír, tocar, gustar y oler, es la verdadera vida intelectual. Cuando una facultad entra dentro de otra, ellas se unen en el sonido; cuando la hacen y se unifican, se despiertan y conocen recíprocamente. En este conocimiento consiste la verdadera comprensión, que de acuerdo con la naturaleza de la eterna sabiduría, es inconmensurable y abisal, perteneciendo al Uno que es Todo.

Por lo tanto sólo una voluntad, si está en la luz, puedo beber de esta fuente y contemplar la infinidad. De esa contemplación salió lo que ahí está escrito.

En la luz de Dios (que es llamada reino del cielo), el sonido es totalmente suave, agradable, encantador y puro; y es una quietud en comparación con nuestro grosero sonido y lenguaje exterior. Es como si la mente jugara a componer melodías en un reino interior de dicha, y entonces escuchara interiormente una dulce y placentera música, que exteriormente fuera incapaz de oír, y menos aun de comprender. Porque en la luz divina todo es sutil, de la misma manera que los pensamientos que juegan y ejecutan melodías entre ellos.

No obstante lo que digo, hay un sonido y lenguaje real inteligible y distinto usado por los ángeles de acuerdo con su propia cualidad en el reino de la gloria. Los poderes del Verbo formado y manifestado, en su amor-deseo, se introducen, de acuerdo con lo que es característico de cada uno de esos poderes, en un ser exterior, donde, como en una mansión, ellos pueden ejecutar su juego de amor, y tener algo desde dónde y con qué jugar mutuamente y enhebrar melodías, en su denodada lucha de amor.

Dios, que es Espíritu, por su manifestación y a través de ella, se ha introducido en distintos espíritus que son las voces de su eterna y fecunda armonía en el Verbo manifestado de su gran reino de dicha; ellos son los instrumentos de Dios, en los cuales su Espíritu ejecuta melodías; son ángeles, las llamas del fuego y de la luz en un dominio pleno de vida y comprensión.

No pensemos que los santos ángeles residen solo sobre las estrellas y más allá de este mundo, como nuestra razón, que nada sabe de Dios, imagina. En realidad viven más allá del dominio de este mundo, pero el lugar ocupado por este mundo (aunque en la eternidad no hay lugares), y también el lugar más allá de este mundo, es todo uno para ellos. Nosotros, los hombres, no vemos a los ángeles ni a los diablos con nuestros ojos, no obstante lo cual ellos están entre nosotros. Los ángeles buenos y los malos, viven cerca unos de otros, y sin embargo hay una enorme, inmensa distancia, entre ellos. Porque aunque el cielo contenga al infierno y viceversa, el uno no se manifiesta al otro. Aunque el Diablo recorriera enormes distancias deseando entrar al cielo y verlo, continuaría estando en el infierno y no lo vería.

Si no se conociera el mal, la dicha no se manifestaría.. Pero si se manifiesta la dicha entonces el Verbo eterno es hablado en un lenguaje de dicha. Para lograr este único fin, el Verbo con la naturaleza se ha traducido en una creación.

Todo aquel que ve y comprende esto correctamente, ya no se hace ninguna clase de preguntas, porque ha comprendido que él vive y subsiste en Dios, y que él puede en el futuro saber y querer a través suyo, y hablar cómo y lo que él quiera. Tal hombre busca únicamente la humildad, y que solo Dios reciba la alabanza.

Mi espíritu de voluntad, que ahora ha tomado la humanidad de Cristo, vive en el espíritu de Cristo, que con su vigor comunicará savia a este árbol reseco, para que pueda alzarse al sonido de la trompeta del divino aliento en la voz de Cristo, que es también mi voz en su aliento, y pueda resurgir de nuevo en el paraíso. El paraíso estará en mí; todo lo que Dios es y tiene, empezará a surgir en mí como un reflejo del ser de este mundo divino; todos los colores, poderes y virtudes de su sabiduría eterna se manifestarán en mí, a su semejanza. Seré la manifestación del mundo divino y espiritual y un instrumento del Espíritu de Dios, en el cual él ejecuta sus melodías para sí mismo, con esta voz que soy yo. Yo seré su instrumento, un órgano que expresa su Verbo o su Voz; y no solo yo sino todos los integrantes en el glorioso coro e instrumento de Dios. Todos somos cuerdas en el concierto de su dicha; el espíritu de su boca da la nota exacta y el trono, y en ella afinamos nuestros instrumentos.

Por consiguiente es para esto que Dios se hizo hombre. Para poder reparar su glorioso instrumento de alabanza, que sonaba desafinado y no de acuerdo con el tono de su dicha y de su amor. Él volvería a traer el verdadero sonido de amor a esas cuerdas. Él nos ha devuelto la voz que pueda alzarse en su presencia otra vez. Él ha descendido hasta mí y me han transformado en lo que él es, para que yo pueda decir en toda humildad que yo, en él; soy su trompeta y el sonido de su instrumento, y su divina voz.

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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores  del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.


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