Guía espiritual de Miguel de Molinos


Miguel de Molinos Zuxia (Muniesa, Teruel, 30 de junio de 1628- Roma, 28 de diciembre de 1696) fue un escritor místico y teólogo español, creador del quietismo. Su doctrina suele denominarse molinosismo (no confundir con el molinismo de Luis de Molina, otro teólogo español del siglo XVI). Su Guía espiritual, con el significativo subtítulo "Que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz" se publicó en italiano en Roma, en el año 1675. En ella, Molinos expone el mejor camino para llegar a Dios; el último objetivo es el amor de Dios, para el cual el alma no ha de hacer nada: ha de estar pura y sin pecado, aligerada de toda preocupación o meditación, quieta. Dios hará lo demás. Esto produce un vacío espiritual, una nada, como el camino más corto para llegar a Dios. Estas doctrinas son curiosamente muy cercanas al budismo y a su búsqueda del nirvana, lo que no escapó a Pierre Bayle (considerado un antecedente de la Ilustración), en su Dictionnaire Historique et Critique (1697), donde realiza una descalificación del pensamiento oriental sobre la base de homologarlo al quietismo.

Compartimos los primeros capítulos de esta obra fundamental de la mística universal de todos los tiempos. Puede leerse íntegra en este enlace.


Capítulo I

1. Has de saber que es tu alma el centro, la morada y reino de Dios. Pero para que el gran rey descanse en ese trono de tu alma, has de procurar tenerla limpia, quieta, vacía y pacífica. Limpia de culpas y defectos; quieta de temores; vacía de afectos, deseos y pensamientos; y pacífica en las tentaciones y tribulaciones.
2. Debes pues tener siempre pacífico el corazón para conservar puro ese vivo templo de Dios, y con recta y pura intención has de obrar, orar, obedecer y sufrir sin género de alteración cuanto el Señor fuere servido de enviarte. Porque es cierto que por el bien de tu alma y tu espiritual provecho ha de permitir al envidioso enemigo turbe esa ciudad de quietud y trono de paz con tentaciones, sugestiones y tribulaciones, y por medio de las criaturas, con penosas molestias y grandes persecuciones.
3. Está constante y pacifica tu corazón en cualquiera inquietud que te ocasionaren estas tribulaciones. Éntrate allá dentro para vencerlas, que allí está la divina fortaleza que te defiende, te ampara y por ti guerrea. Si un hombre tiene una segura fortaleza, no se inquieta aunque le persigan los enemigos, porque en entrándose allá dentro, quedan burlados y vencidos. El castillo fuerte para triunfar de tus enemigos visibles e invisibles y de todas sus acechanzas y tribulaciones está dentro de tu misma alma, porque allí reside la divina ayuda y el soberano socorro; éntrate allá dentro y todo quedará quieto, seguro, pacífico y sereno.
4. Tu principal y continuo ejercicio ha de ser pacificar ese trono de tu corazón para que repose en él el soberano rey. El modo de pacificarlo ha de ser entrándote dentro de ti mismo, por medio del interior recogimiento. Todo tu amparo ha de ser la oración y recogimiento amoroso en la divina presencia. Cuando te vieres más combatida, retírate a esa región de paz, donde hallarás la fortaleza. Cuando más pusilánime, recógete a ese refugio de la oración, única arma para vencer al enemigo y sosegar la tribulación. No te has de apartar de ella en la tormenta, hasta que experimentes, como otro Noé, la tranquilidad, la seguridad y serenidad, y hasta que tu voluntad se halle resignada, devota, pacífica y animosa.
5. Finalmente, no te aflijas ni desconfíes por verte pusilánime. Vuélvete a quietar, siempre que te alteres; porque sólo quiere este divino Señor de ti, para reposar en tu alma y hacer un rico trono de paz en ella, que busques dentro de tu corazón, por medio del interior recogimiento y con su divina gracia, el silencio en el bullicio, la soledad en el concurso, la luz en las tinieblas, el olvido en el agravio, el aliento en la cobardía, el ánimo en el temor, la resistencia en la tentación, la paz en la guerra y la quietud en la tribulación.

Capítulo II

6. Hallaráste, como todas las demás almas a quienes el Señor llama al camino interior, llena de confusión y dudas por haberte faltado el discurso en la oración. Te parecerá que ya Dios no te ayuda como antes, que no es para ti el ejercicio de la oración, que pierdes el tiempo, pues no puedes, aun con fatiga, hacer un solo discurso como solías.
7. ¿Qué aflicciones y perplejidades te causará esta falta de discurso? Y si en esta ocasión no tienes un padre espiritual experimentado en el camino místico, te crecerá a ti la pena y a él la confusión. Juzgará que no está bien dispuesta tu alma y que para la seguridad de tu conciencia tienes necesidad de una general confesión, y no se sacará más fruto de la diligencia que la confusión de entrambos. Oh, cuántas almas son llamadas al interior camino y, en vez de guiarlas y adelantarlas, los padres espirituales, por no entenderlas, las detienen el curso y las arruinan.
8. Debes pues persuadirte, para no volver atrás cuando te faltare el discurso en la oración, que ésa es tu mayor felicidad, porque es señal clara te quiere hacer caminar el Señor por fe y silencio en su divina presencia, cuya senda es la más provechosa y la más fácil, porque con una sencilla vista o amorosa atención a Dios se representa el alma como un humilde mendigo delante de su Señor o como un niño sencillo se arroja en el suave y seguro seno de su amada madre. Así lo dijo Gerson: Ego licet per quadraginta annos vacaverim lectioni et orationi, tamen nihil efficatius, et ad consecutionem misticae Theologiae compendiosius invenire potui, quam si spiritus noster fiat coram Deo tamquam parvulus et mendicus.
9. No sólo es esta oración la más fácil, pero es también la más segura, porque está libre de las operaciones de la imaginación, sujeta siempre a los engaños del demonio y a los movimientos del humor melancólico y de discursos, en los cuales el alma fácilmente se distrae y con la especulación se enmaraña, mirándose a sí misma.
10. Queriendo Dios enseñar a su caudillo Moisés (Exod. 34) y darle las tablas de piedra con la divina ley escrita, le llamó a la falda del monte, en cuyo instante, estando Dios en él, quedó el monte tenebroso, circuido de oscuras y densas nubes, y Moisés ocioso, sin saber ni poder discurrir nada. Después de siete días, mandó a Moisés subir a lo alto del monte, donde se le manifestó glorioso y le llenó de gran consuelo.
11. Así a los principios que Dios quiere con extraordinario modo conducir al alma a la escuela de las divinas y amorosas noticias de la interior ley, la hace caminar con tinieblas y sequedades para acercarla a sí, porque sabe muy bien la divina Majestad que para llegarse a él y entender los divinos documentos no es el medio el de la propia industria y discurso, sino el de la resignación con silencio.
12. Qué grande ejemplo nos dio el Patriarca Noé. Después de haberle todos tenido por loco, y estar en medio de un indómito mar, inundado por todo el mundo, sin velas ni remos, circuido de feroces animales dentro de la cerrada arca, caminó con sólo la fe, sin saber ni entender lo que Dios quería hacer de él.
13. Lo que a ti más te importa, oh alma redimida, es la paciencia y no dejar la empresa de la oración, aunque no puedas discurrir; camina con la firme fe y con el santo silencio, muriendo en ti misma con todas tus naturales industrias, que Dios es quien es y no se muda ni puede errar ni querer otra cosa que tu bien. Claro está que quien ha de morir es fuerza que lo sienta; pero qué bien empleado tiempo el estar el alma muerta, muda y resignada en la divina presencia, para recibir sin embarazo las divinas influencias.
14. De los divinos bienes no son capaces los sentidos; y así, si tú quieres ser feliz y sabia, calla y cree, sufre y ten paciencia, confía y camina, que más te importa el callar y dejarte llevar de la divina mano que cuantos bienes hay en el mundo. y aunque te parecerá que no haces nada y que estás ociosa, estando así, muda y resignada, es infinito el fruto.
15. Mira el jumentillo vendado, dando vueltas a la rueda del molino, que si bien no ve ni sabe lo que hace, obra mucho en moler el trigo, y aunque él no lo guste, tiene su dueño el fruto y el gusto. ¿Quién no juzgará que en tanto tiempo que está la semilla debajo de la tierra no está ya perdida? y después se ve salir, crecer y multiplicar. Lo mismo hace Dios en el alma cuando la priva de la consideración y discurso, pues pensando ella no hacer nada y estar perdida, se halla con el tiempo medrada, desapegada y perfecta, sin haber jamás esperado tanta dicha.
16. Procura pues no afligirte ni volver atrás, aunque no puedas discurrir en la oración; sufre, calla y ponte en la divina presencia, persevera con confianza y fía de su infinita bondad, que te ha de dar la constante fe, la verdadera luz y la divina gracia. Camina a ciegas vendada, sin pensar ni discurrir; ponte en sus amorosas y paternales manos, sin querer hacer otra cosa que su divino beneplácito.

Capítulo III

17. Es común sentir de todos los santos que han tratado de espíritu, y de todos los maestros místicos, que no puede el alma llegar a la perfección y unión con Dios por medio de la meditación y discurso; porque sólo aprovecha par a comenzar el camino espiritual hasta alcanzar un hábito de propio conocimiento, de la hermosura de la virtud y de la fealdad del vicio, cuyo hábito en opinión de Santa Teresa, se puede alcanzar en seis meses, y en la de San Buenaventura, en dos.
18. Oh, qué compasión se les ha de tener a casi infinitas almas que desde que comienzan hasta que acaban la vida se emplean en mera meditación, haciéndose violencia para discurrir, aunque Dios las prive del discurso para pasarlas a otro estado y oración más perfecta. y así se quedan, después de muchos años, imperfectas y al principio, sin hacer progreso ni aun dar un paso en el camino del espíritu, rompiéndose la cabeza con la composición de lugar, con la lección de puntos, imaginaciones y forzados discursos, buscando a Dios por afuera, teniéndole dentro de sí mismas.
19. De esto se lamentó San Agustín, en el tiempo que Dios le conducía al camino místico, diciéndole a su Majestad: Yo erré, Señor, como la ovejuela perdida, buscándote con industrioso discurso fuera, estando tú dentro de mí; mucho trabajé buscándote fuera de mí, y tú tienes tu habitación dentro de mí, si yo te deseo y anhelo por ti. Rodeé las calles y las plazas de la ciudad de este mundo buscándote, y no te hallé; porque mal buscaba fuera lo que estaba dentro de mí mismo.
20. Véase al Doctor Angélico Santo Tomás, que con ser en todos sus escritos tan circunspecto, parece se burle de aquellos que por afuera van siempre buscando a Dios por discurso, teniéndole presente dentro de sí mismos: Gran ceguedad, y demasiada necedad (dice el Santo) hay en algunos que siempre buscan a Dios, continuamente suspiran por Dios, frecuentemente desean a Dios; claman y llaman cada día a Dios en la oración, siendo ellos mismos (según el Apóstol) templo vivo de Dios y su verdadera habitación, siendo su alma la silla y trono de Dios, en la cual continuamente descansa. ¿Quién, pues, sino un necio, busca fuera el instrumento, sabiendo que lo tiene encerrado dentro de casa? ¿O quién se conforta con el manjar que apetece y no gusta? Así es la vida de algunos justos, siempre buscando y nunca gozando, y así todas sus obras son menos perfectas.
21. Es constante que Cristo Señor nuestro enseñó a todos la perfección y quiere siempre que todos sean perfectos, con especialidad los idiotas y sencillos. Claramente manifestó esta verdad cuando eligió para su apostolado a los más ignorantes y pequeños, diciendo a su Eterno Padre: Te confieso y doy las gracias, oh Padre eterno, porque escondiste esta divina ciencia de los sabios y prudentes, y la manifestaste a los sencillos y pequeñuelos (Mat. 11). Y es cierto que éstos no pueden alcanzar la perfección por agudas meditaciones y sutiles consideraciones, pero son capaces como los más doctos para poder llegar a la perfección por los afectos de la voluntad, donde más principalmente consiste.
22. Enseña San Buenaventura a no pensar en ninguna cosa, ni aun en Dios, porque es imperfección el tener formas, imágenes y especies, por sutiles que sean, así de la voluntad como de la bondad, trinidad y unidad, y aun de la misma esencia divina; porque todas estas especies e imágenes, aunque parezcan deiformes, no son ellas Dios, el cual no admite imagen ni forma alguna. "Non ibi (dice el Santo) oportet cogitare res de creaturis nec de angelis nec de Trinitate, quia haec sapientia per afectus desideriorum, non per meditationem praeviam habet consurgere" (Mistica Theolog. par. 2. q. única). Importa no pensar aquí nada de las criaturas, de los ángeles ni del mismo Dios, porque esta sabiduría y perfección no se engendra por la meditación sutil, sino por el deseo y afecto de la voluntad.
23. No puede el Santo hablar con más claridad, y te inquietarás tú y aun querrás dejar la oración, porque no puedes o no sabes discurrir en ella, pudiendo tener buena voluntad, buen deseo y pura intención. Si en los hijuelos de los cuervos, desamparados de sus padres por pensar degeneraron viéndoles sin plumas negras, obra Dios con su rocío porque no perezcan ¿qué hará en las almas redimidas, aunque no puedan hablar ni discurrir, si creen, confían y abren la boca hacia el cielo manifestando su necesidad? ¿No es más que cierto ha de proveer la divina bondad dándoles el alimento necesario?
24. Claro está que es gran martirio, y no pequeño don de Dios, hallándose el alma privada de los sensibles gustos que tenía, caminar con sola la santa fe por las caliginosas y desiertas sendas de la perfección; pero no se puede llegar a ella sino por este penoso, aunque seguro medio. y así procura estar constante y no volver atrás, aunque te falte el discurso en la oración; cree entonces con firmeza, calla con quietud y persevera con paciencia, si quieres ser dichosa y llegar a la divina unión, a la eminente quietud y suprema paz interior.

Capítulo IV

25. Sabrás que hay dos maneras de oración, una tierna, regalada, amorosa y llena de sentimientos; otra obscura, seca, desolada, tentada y tenebrosa. La primera es de principiantes, la segunda de aprovechados y que caminan a ser perfectos. La primera, la da Dios para ganar a las almas, la segunda para purificarlas. Con la primera los trata como a niños y miserables, con la segunda los comienza a tratar como a fuertes.
26. Aquel primer camino se puede llamar vida animal, y es de aquellos que van en busca de la devoción sensible, la cual suele dar Dios a los principiantes, para que llevados de aquel gustillo, como el animal del objeto sensible, se den a la vida espiritual. El segundo se llama vida de hombres, y es de aquellos que, no procurando dulzura sensible, pelean y batallan contra las propias pasiones para conquistar y alcanzar la perfección, que es empleo propio de hombres.
27. Asegúrate que la sequedad es el instrumento de tu bien, porque no es otra cosa que falta de sensibilidad, rémora que hace detener el vuelo casi a todos los espirituales, y aun los hace volver atrás, y dejar la oración, como se ve en muchísimas almas que perseveran sólo mientras gustan el sensible consuelo.
28. Sabe que se vale el Señor del velo de las sequedades para que no sepamos lo que obra dentro de nosotros, y con eso nos humillemos; porque si sintiéramos y reconociéramos lo que obra dentro de nuestras almas, entrara la satisfacción y presunción, pensando hacíamos alguna cosa y entendiendo estábamos muy cerca de Dios, con que nos vendríamos a perder.
29. Asienta por cierto en tu corazón que se ha de quitar primero toda la sensibilidad para caminar por el interior camino, y el medio de que Dios se vale son las sequedades. Por éstas quita también la reflexión o vista con que mira el alma lo que hace, único embarazo para pasar adelante y para que Dios se comunique y obre en ella.
30. No debes pues afligirte ni pensar no sacas fruto por no experimentar, en saliendo de la comunión u oración, muchos sentimientos, porque es engaño manifiesto. El labrador siembra en un tiempo y coge en otro. Así Dios, en las ocasiones y a su tiempo, te ayudará a resistir a las tentaciones y te dará, cuando menos lo pienses, santos propósitos y más eficaces deseos de servirle y rara que no te dejes llevar de la vehemente sugestión de enemigo, que envidioso te persuadirá no haces nada y que pierdes el tiempo para que dejes la oración, te quiero declarar algunos de los infinitos frutos que saca tu alma de estas grandes sequedades.
31. El primero es perseverar en la oración, de cuyo fruto se originan otros muchos.
El segundo, experimentarás un tedio de las cosas del mundo, el cual va poco a poco arrojando los malos deseos de la vida pasada y produciendo otros nuevos de servir a Dios.
El tercero, repararás en muchas faltas que antes no reparabas.
El cuarto, reconocerás, cuando vas a hacer alguna cosa mala, una advertencia en tu corazón que te refrena para que no la ejecutes, y otras veces para que no hables, para que no te quejes o te vengues, para que te prives de algún gustillo de la tierra o para que huyas de esta o aquella ocasión o conversación a que antes ibas y estabas muy. quieto, sin ninguna advertencia o estímulo de la conciencia.
El quinto, que después de haber caído, como flaco, en alguna leve culpa, sentirás dentro de tu alma una reprensión que te afligirá sobremanera.
El sexto, sentirás dentro de ti deseos de padecer y hacer la voluntad de Dios.
El séptimo, inclinación a la virtud y facilidad más grande en vencerte y vencer las dificultades de las pasiones y enemigos que te embarazan el camino.
El octavo, reconocerás un gran conocimiento, y aun confusión de ti misma, y estima grande de Dios sobre todo lo criado, desprecio de las criaturas y una firme resolución de no dejar la oración, aunque sepas te ha de ser de cruelísimo martirio.
El noveno, sentirás mayor paz en el alma, amor a la humildad y mortificación, confianza en Dios, sumisión y despego de todas las criaturas y, finalmente, cuantos pecados habrás dejado de hacer desde que tienes oración, todo es efecto de que el Señor obra dentro de tu alma sin que lo conozcas por medio de la oración seca, aun que no lo sientas mientras estás en ella, sino a su tiempo y ocasión.
32. Todos estos frutos y otros muchos son como nuevos pimpollos que nacen de la oración que tú quieres dejar por parecerte que estás seca, que no ves fruto ni te aprovechas en ella. Está constante y persevera con paciencia que, aunque tú no lo conoces, se aprovecha tu alma.

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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores  del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.


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