El peregrino querubínico de Silesius



Johann Scheffler, más conocido como Angelus Silesius (1624-1677), fue un poeta religioso germano nacido en Breslavia, Silesia, ahora parte de Polonia. Cursó estudios en la Universidad de Leiden, donde descubrió la obra del escritor místico Jacob Boehme, y un amigo común de este último, Abraham von Franckenberg, lo introdujo probablemente en la mística judía o Cábala, en la alquimia y en el Corpus hermeticum, y le presentó a algunos escritores místicos que vivían en Amsterdam. Se convirtió al catolicismo en la Iglesia de San Matías de Breslau, adoptando el nombre de Angelus Silesius, y el 27 de febrero de 1661 tomó el hábito franciscano. Como entusiasta converso, durante este tiempo comenzó a publicar tratados contra el luteranismo y la Reforma protestante con el propósito de que volvieran al catolicismo sus compatriotas silesius. Treinta y nueve de estos ensayos fueron más tarde compilados en una colección de dos volúmenes titulada Ecclesiologia (1676). Ya en 1657 había publicado dos obras importantes: Heilige Seelenlust (Santos deseos del alma), colección de 200 himnos que fueron utilizados tanto por los católicos como por los protestantes, y su famosísimo Der Cherubinischer Wandersmann (El peregrino querubínico), colección de 1676 epigramas compuestos principalmente en forma de pareados alejandrinos donde se exploran los temas de la mística y el quietismo y se tiende en cierta medida al panteísmo, aunque siempre dentro de los límites de la doctrina católica. Publicamos sus primeros epigramas.


I. 001: Lo que es fino permanece.
PURA como el más fino oro, tiesa como un peñasco,
límpida como cristal debe ser tu alma.

I. 002: La morada de la quietud eterna.
QUE se mortifique otro por su sepultura
y consagre a sus gusanos orgulloso edificio.
Yo no me preocupo por eso: mi tumba, mi celo y ataúd,
en el que repose eternamente, ha de ser el corazón de Jesús.

I. 003: Sólo Dios puede dar satisfacción
FUERA, fuera, serafines, no podéis vosotros apagar mi sed;
fuera, fuera, santos, y lo que en vosotros resplandece;
de vosotros nada quiero: sólo me arrojo
al mar increado de la mera deidad.

I. 004: Se debe ser divino por entero.
SEÑOR, no me basta servirte como ángel
y verdecer ante ti en la divina perfección:
demasiado vil es para mí, y exiguo para mi espíritu:
quien quiere servirte rectamente, debe ser más que divino.

I. 005: No se sabe lo que se es.
NO sé lo que soy, no soy lo que sé:
una cosa y no una cosa; un punto y un círculo.

I. 006: Debes ser lo que es Dios.
SI he de encontrar mi último fin y mi primer principio,
debo ahondarme en Dios, y a Dios en mí,
y llegar a ser lo que Él: debo ser brillo en el brillo,
Verbo en el Verbo, (a) Dios en Dios.

I. 007: Se debe aun sobrepasar a Dios.
DÓNDE está mi residencia? Donde tú y yo no estamos.
¿Dónde mi último fin, al cual he de encaminarme?
Allí donde no hay ninguno. ¿Adónde he entonces de ir?
Debo marchar aun (b) más allá de Dios, hacia un desierto.

I. 008: Dios no vive sin mí.
SÉ que sin mí, dios no puede vivir un instante;
si soy aniquilado, Él debe necesariamente expirar.

I. 009: Yo lo tengo de Dios, y Dios de mí.
QUE Dios sea y viva tan venturoso, sin deseo,
lo ha recibido tanto Él de mí, como yo de Él.

I. 010: Yo soy como Dios, y Dios como yo
SOY tan grande como Dios: Él es como yo tan pequeño;
Él no puede estar sobre mí, ni yo bajo Él.

I. 011: Dios está en mí, y yo en Él.
DIOS es en mí el fuego, y yo en Él el brillo:
¿no somos íntimamente comunes uno al otro?

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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores  del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.


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