Cai Gen Tan: volver a lo simple


El Cai Gen Tan es un tratado escrito durante el período Wanli (1573-1620) por Hong Yin Ming, un autor que consigue en su obra barajar los libros clásicos del confucionismo con las anécdotas budistas y los conceptos taoístas del universo, en una síntesis típica del espíritu chino. Escrito en forma de aforismos, ahonda en la práctica de la virtud mediante un constante proceso de severa autoindagación (una noción típica de Confucio) junto con el retorno a la simplicidad esencial, libre de artificios, tan cara al taoísmo. Aunque no se trata, ciertamente, de un escrito espiritual en absoluto, sí que conecta con la gran tradición para la cual el trabajo interior es el único que permite al hombre abrirse a la verdad universal. Por ello lo traemos aquí, con la esperanza de que ahonde en el diálogo entre las distintas culturas humanas en la búsqueda de un único nexo común.


Aquel que preserva su virtud moral sufre de soledad temporal; aquel que rinde homenaje al poder y la riqueza sufre miseria sin fin.

El que aspira a la verdad y ve las esencias más allás de las cosas materiales
prefiere sufrir soledad temporal y evitar una miseria que no tendrá fin.

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El que experimenta las cosas del mundo de forma superficial, tiene manchas superficiales; el que conoce en profundidad sus enredos, desarrolla una gran astucia.

Así, el hombre de virtud considera la simplicidad mejor que la astucia, y ve que el deshacerse de sus ligaduras es mejor que volverse hábil atando nudos.

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El corazón del hombre virtuoso debe ser claro como el cielo azul, de forma que otros no lo malinterpreten.

Los talentos del hombre virtuoso deben esconderse como jade y perlas, de forma que otros no lo puedan conocer fácilmente.

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El que no está cerca del poder y los lujos es limpio; el que está cerca, pero no es contaminado por ellos, es más limpio.

El que no conoce de las maquinaciones del mundo es noble; el que las conoce, pero no las usa, es más noble.

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El escuchar con frecuencia palabras que no deseamos escuchar y el provocar a la mente con frecuencia con cosas que la molestan acercan nuestra conducta a la virtud, así como una piedra afila un cuchillo.

Si todo lo que escuchamos es agradable al oído y todo lo que vemos agrada a la mente, es como sumergir la propia vida en vino venenoso.

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Con vientos enfermizos y lluvias violentas, aun las aves están abatidas; pero con un sol brillante y brisas suaves la vegetación florece.

Así, en el mundo no puede haber ni un día totalmente desprovisto de paz, y en el corazón del hombre no puede haber ni un día desprovisto de alegría.

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Los licores refinados y los platillos deliciosos no contienen sabor verdadero; el sabor verdadero es solamente lo insípido.

Un hacedor de milagros no es un hombre verdaderamente realizado, el hombre realizado vive en paz con lo cotidiano.

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El mundo parece no moverse, pero en todas sus partes hay movimiento. El Sol y la Luna se mueven con rapidez día y noche y emanan una brillantez constante y eterna.

Así, el hombre virtuoso, cuando no está ocupado, alimenta sus pensamientos;
cuando está ocupado, se halla en paz.

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En lo profundo de la noche un hombre, solo y callado, se sienta en meditación. Justo entonces los pensamientos impropios desaparecen y los verdaderos permanecen.

Cuando esto pasa, el hombre se deleita en la inspiración interior. Pero si siente que un pensamiento no puede ser alejado, entonces esto le causa gran vergüenza.

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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores  del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.


ESTUDIOS

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FUENTES

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