
Aquel que preserva su virtud moral sufre de soledad temporal; aquel que rinde homenaje al poder y la riqueza sufre miseria sin fin.
El que aspira a la verdad y ve las esencias más allás de las cosas materiales
prefiere sufrir soledad temporal y evitar una miseria que no tendrá fin.
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El que experimenta las cosas del mundo de forma superficial, tiene manchas superficiales; el que conoce en profundidad sus enredos, desarrolla una gran astucia.
Así, el hombre de virtud considera la simplicidad mejor que la astucia, y ve que el deshacerse de sus ligaduras es mejor que volverse hábil atando nudos.
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El corazón del hombre virtuoso debe ser claro como el cielo azul, de forma que otros no lo malinterpreten.
Los talentos del hombre virtuoso deben esconderse como jade y perlas, de forma que otros no lo puedan conocer fácilmente.
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El que no está cerca del poder y los lujos es limpio; el que está cerca, pero no es contaminado por ellos, es más limpio.
El que no conoce de las maquinaciones del mundo es noble; el que las conoce, pero no las usa, es más noble.
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El escuchar con frecuencia palabras que no deseamos escuchar y el provocar a la mente con frecuencia con cosas que la molestan acercan nuestra conducta a la virtud, así como una piedra afila un cuchillo.
Si todo lo que escuchamos es agradable al oído y todo lo que vemos agrada a la mente, es como sumergir la propia vida en vino venenoso.
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Con vientos enfermizos y lluvias violentas, aun las aves están abatidas; pero con un sol brillante y brisas suaves la vegetación florece.
Así, en el mundo no puede haber ni un día totalmente desprovisto de paz, y en el corazón del hombre no puede haber ni un día desprovisto de alegría.
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Los licores refinados y los platillos deliciosos no contienen sabor verdadero; el sabor verdadero es solamente lo insípido.
Un hacedor de milagros no es un hombre verdaderamente realizado, el hombre realizado vive en paz con lo cotidiano.
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El mundo parece no moverse, pero en todas sus partes hay movimiento. El Sol y la Luna se mueven con rapidez día y noche y emanan una brillantez constante y eterna.
Así, el hombre virtuoso, cuando no está ocupado, alimenta sus pensamientos;
cuando está ocupado, se halla en paz.
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En lo profundo de la noche un hombre, solo y callado, se sienta en meditación. Justo entonces los pensamientos impropios desaparecen y los verdaderos permanecen.
Cuando esto pasa, el hombre se deleita en la inspiración interior. Pero si siente que un pensamiento no puede ser alejado, entonces esto le causa gran vergüenza.
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Anima Mundi es un blog cuya pretensión es la de invitar a los lectores del siglo XXI a conocer la tradición espiritual que ha nutrido a la humanidad desde que se tiene noticia. Recogemos textos de todos los tiempos y de todas las culturas cuyo nexo común es el de abrirse a la trascendencia, pues existe una corriente que hermana a las distintas religiones, más allá de sus diferencias aparentes.
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